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miércoles, 6 de marzo de 2013

Imitando el relato ''El castellano viejo'' de M.J.Larra (6)

Eran las cinco de la tarde y la boda de mi hermano se celebraría a las seis y media. Mi hermano había venido a recoger su traje a mi casa y mi cuñada se estaba preparando en la suya. Llegó la hora, todos los invitados frente la iglesia, llegó el coche de la novia, pero cuando se fue a bajar, la madre del novio, es decir, mi madre le advirtió que el susodicho no aparecía y no contestaba a las llamadas. El cura se impacientaba al igual que mi familia, que tras pasarse todo el día sin comer esperando al atracón del banquete, empezamos a sospechar que el novio se había dado a la fuga. La novia que había ido a fumarse un cigarro a la puerta del polideportivo volvió y me preguntó que dónde estaba mi hermano, a lo que no supe qué responder.
Cerca de las siete menos cuarto, con la novia fumando en la otra punta del pueblo y con la siguiente pareja esperando su turno, llegó el novio y en la cara de mi familia hambrienta volvió a relucir la sonrisa. Una vez estando mi hermano preparado, nos contó que  se había quedado dormido en la bañera como un bebé y que lo despertó mi abuela al tirarle un bote de champú a la cabeza.
Pasó la ceremonia y llegó la hora de cenar.
Llegamos al local y allí nos esperaban los invitados por parte de mi cuñada y los camareros.
Mi cara fue de sorpresa al ver que más grande que el ramo de la novia era la moña de la cabeza de su madre. Su padre (que es un tapón de alberca) vacilaba del dinero que tenia, aunque todos sabíamos que tenía el chalet embargado.
Llegó la hora de sentarnos en la mesa pero había ciertos problemas, tales como: mi hermana alérgica a toda clase de mariscos y moluscos, mi cuñado árabe no comía cerdo y mi tía que era vegetariana, así que nos tocó hacer el tetris para colocarnos. Empezó la cena y antes de que alzara la vista hacia la mesa ya no quedaba comida, así que le chillé a mi hermano que mandara al camarero con más comida pero ese día comí muy poco porque mis primos eran más rápidos que yo. Cuando conseguí por fin coger algo de comida, mi tía abuela con sus dientes color verde pimiento me tocó el tenedor y perdí el apetito.

Lidia Terroba

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