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Bienvenidos a nuestro blog. Aquí podréis ver libros recomendados por nosotros,los alumnos de 4º ESO C (Div.) del IES Néstor Almendros de Tomares (Sevilla). También podréis dar opiniones sobre estos y a la vez recomendar vuestros propios libros.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Imitando el relato ''El castellano viejo'' de M.J.Larra (6)

Eran las cinco de la tarde y la boda de mi hermano se celebraría a las seis y media. Mi hermano había venido a recoger su traje a mi casa y mi cuñada se estaba preparando en la suya. Llegó la hora, todos los invitados frente la iglesia, llegó el coche de la novia, pero cuando se fue a bajar, la madre del novio, es decir, mi madre le advirtió que el susodicho no aparecía y no contestaba a las llamadas. El cura se impacientaba al igual que mi familia, que tras pasarse todo el día sin comer esperando al atracón del banquete, empezamos a sospechar que el novio se había dado a la fuga. La novia que había ido a fumarse un cigarro a la puerta del polideportivo volvió y me preguntó que dónde estaba mi hermano, a lo que no supe qué responder.
Cerca de las siete menos cuarto, con la novia fumando en la otra punta del pueblo y con la siguiente pareja esperando su turno, llegó el novio y en la cara de mi familia hambrienta volvió a relucir la sonrisa. Una vez estando mi hermano preparado, nos contó que  se había quedado dormido en la bañera como un bebé y que lo despertó mi abuela al tirarle un bote de champú a la cabeza.
Pasó la ceremonia y llegó la hora de cenar.
Llegamos al local y allí nos esperaban los invitados por parte de mi cuñada y los camareros.
Mi cara fue de sorpresa al ver que más grande que el ramo de la novia era la moña de la cabeza de su madre. Su padre (que es un tapón de alberca) vacilaba del dinero que tenia, aunque todos sabíamos que tenía el chalet embargado.
Llegó la hora de sentarnos en la mesa pero había ciertos problemas, tales como: mi hermana alérgica a toda clase de mariscos y moluscos, mi cuñado árabe no comía cerdo y mi tía que era vegetariana, así que nos tocó hacer el tetris para colocarnos. Empezó la cena y antes de que alzara la vista hacia la mesa ya no quedaba comida, así que le chillé a mi hermano que mandara al camarero con más comida pero ese día comí muy poco porque mis primos eran más rápidos que yo. Cuando conseguí por fin coger algo de comida, mi tía abuela con sus dientes color verde pimiento me tocó el tenedor y perdí el apetito.

Lidia Terroba

Imitando el relato "El castellano viejo" de M.J. Larra (5)

Un sábado cualquiera.                                                                                                                                                  Eran las 3 de la tarde de un sábado cualquiera, cuando mi familia y yo nos disponíamos a satisfacer nuestras ganas incontroladas de tragar. Cada miembro de mi familia trajo diferentes materias para saborear y diferentes líquidos embotellados. Cuando todo el mundo estaba bien ubicado en la mesa, mi tía trajo el primer plato, sopa de picadillo. La primera impresión no fue buena: la sopa más fría que un polo en verano, el caldo no estaba bueno y el jamón, huevo y otros elementos tenían mal sabor. Después con la llegada del segundo plato, mi tío con sus largos y fuertes brazos, alcanzó una botella que contenía un líquido púrpura y se dispuso a abrirla mientras mi tía ya estaba llegando a la mesa cuando  ¡¡¡ZAS!!!  una bala de un material no muy duro salió disparada y alcanzó a mi tía que traía un plato en las manos. Al chocar el proyectil contra mi tía soltó el plato que cayó encima de mi padre y este, del impulso, se peleó con la copa de mi madre que estaba llena y al darle un guantazo nació un río rojizo que circulaba por el mantel. Tras el susto, mi tía ya más o menos recuperada del impacto en su ojo, fue a buscar los utensilios de limpieza: una escoba y una fregona para recoger los cristales del disco hondo volador que mi padre rompió con su dura cabeza y para secar el gran río que discurría por una cascada bañando los cristales en el suelo. Una vez recogido y puesto todo en orden, nos sentamos todos en el sofá para ver una película que no pudimos ver porque el DVD estaba más roto que un frágil cristal cuando cae al suelo. Cuando el manitas de la familia, o sea yo, me levanté para intentar arreglarlo, mi primo salió corriendo al baño con más mala cara que un zombie moribundo para devolver la maravillosa y en buen estado comida que había comido mientras mi familia maldecía aquel sábado, que ninguno esperábamos que acabase de aquella forma.   

                                                                                      Diego. J. Pulido.

Imitando el relato "El castellano viejo" de M.J. Larra (4)

Una Nochevieja distinta

    La cena de Nochevieja aún no estaba preparada.
El pollo en el horno, el jamón sin cortar, las uvas sin pelar. Toda la familia empezó a prepararlo todo a las diez y media de la noche. Los invitados empezaron a llegar.
Primero la familia paterna: el padre de familia con bigote amarillo de fumar y simpaticón; su mujer, delgada, arrugada y muy criticona y acompañándoles el único hijo que queda viviendo con ellos, al que le llaman "Nini".
Nada más entrar la madre, empieza a quejarse de la impuntualidad de la cena. A lo que el padre le quita importancia con una sonrisa y el hijo aprovecha para hacerse sus "pitillos".
Una vez peladas las uvas y cortado el jamón, se disponen a preparar la mesa, aprovechando que los abuelos se están encargando de los nietos que eran como "Zipi y Zape".
Cuando va a revisar el pollo con su salsita y las patatas con su pimiento y cebolla troceada, al abrir la puertecita de aquel horno que tenía unos treinta y cinco años por lo menos, se dan cuenta de que está chamuscado y solo se salva una pequeña parte que no será suficiente ni para los "animalitos" de los pequeños niños.
El marido con la cara de Frankestein, por miedo a la mirada incriminativa de su madre, sale por la puerta de atrás a comprar un pollo sin acordarse de que en esa noche estaría todo más cerrado que un ayuntamiento un domingo. Por lo que tiene que regresar a su casa y cenar con lo que se pueda, como: patatas fritas de paquete y unos Chetos. Mientras, aguanta los comentarios de su madre, el vacilón de su hermano y los animalitos de la casa que parecían que nunca habían comido Chetos. Pasa el tiempo hasta llegar al final de la última noche del año. Y con ella el momento de las uvas. Comienzan a dar los cuartos. El padre con su cuenco de uvas y un cigarro entre los dedos, la madre con sus uvas, el hijo "Nini" comiéndose antes de tiempo las uvas por la ansiedad provocada por el morado, el hermano con su mujer muy calladitos que parecían que estaban en una funeraria y los dos niños correteando por el salón como si estuvieran en un cross.
Empiezan las campanadas, a esto que un niño tropieza con una silla, empuja a su abuela con su cigarrito entre los dedos y su cuenco y este se atraganta, hecha de todo por la boca y acaban como el "Rosario de la Aurora".

María Rodríguez

Imitando el relato "El castellano viejo" de M. J. Larra (3)


      La horrible y peor cena de Navidad

Este año la cena de Nochevieja no iba a ser como las otras veces ya que mi tío cenaba en casa de su muy reciente mujer, digo muy reciente porque llevan un mes casados. A pesar de que llevan poco tiempo, esta es la típica relación donde el hombre tiene la mayor caraja del mundo y la mujer manda mas que el Rey en España.


Cenamos toda la familia por parte de mi madre: son tres hermanas que se llevan horriblemente mal y que discuten más que en un debate entre Rajoy y Zapatero, y un hermano que es el más chico y como dije antes, el más carajote, pero este no cenaba con nosotros.

Nada más comenzar la cena, los primos chicos empiezan como si no se quisieran separar en la vida, pero a los cinco minutos hay más sangre en el suelo que cuando se mata un toro en la plaza.

Cuando empezamos a comer, mi abuela que es la que siempre dice que comiendo no se habla, empezó a hablar de política y de que últimamente hay más recortes que en un torneo de piedra, papel o tijera. Nada más abrir la boca, salió de entre sus dientes tal perdigonazo que al caer en el caldo de mi padre, saltó el garbanzo que había en medio y le dio a mi hermano pequeño en la frente, pero es que el garbanzo estaba congelado y cuando le vimos la frente a mi hermano, tenía una herida que le chorreó la sangre hasta llegar a su plato.
 

Para colmo y como todos los años, nos coge el toro con las uvas. Cuando comenzaron a sonar los cuartos, sonó el timbre. Toda la casa estaba pendiente y deseando de ver quién era, y al abrir la puerta era un mendigo con un cartón colgando que ponía "Yo te soy sincero, si me das un eurito me lo gasto en porritos, si  me das dos, me pego un atracón". Como era de esperar, toda la familia empezamos a decirle de todo menos bonito, que por otra parte no lo era.

Total que como nos perdimos las uvas, el que tenía que hacer de "reloj de la Puerta del Sol" era aquí el menda, que no ha habido una vez que no me cogieran de primo. Así que este año no ha ido del todo mal comparado con como empezó.

Salvador Moya Muñoz

martes, 5 de marzo de 2013

Imitando el relato ''El castellano viejo'' de M J Larra(2)


Una típica comunión andaluza.

Ahora les pido a ustedes que se pongan en la típica situación de la comunión de una niña de una familia andaluza. Hace unas semanas fui a la comunión de mi prima Andrea. En la comida no faltó lo típico en una familia andaluza. Cuando yo estaba sentada allí no faltaba la típica señora de 70 años que parecía una ropa camilla con ese traje con el que ella se consideraba digámoslo así ''guapa'', que no paraba de decir lo siguiente : ''¡Qué pelo más bonito tiene la niña, ai que ve' lo mayor que es ya!''. Y esa niña mirándola con cara de : '¡'Ay señora, antes de tocarme usted el pelo, límpiese esas manos mujé!''. En esta comunión tampoco falta la típica mujer que se come todo lo que le pongan como si se lo fueran a robar, o también los típicos hombres que no paran de hablar de fútbol ni aunque les paguen. Bueno, pues ya que he dicho los típicos personajes, ahora llega el menú. De entrante, te ponen las gambitas, los langostinos, que en vez de echarte un ''poquito'', te ponen un plato que parece que han volcado la caja y te los han puesto delante. Ahora llega el primer plato, ese plato en el que los niños chicos ya están hartos y corren alrededor de las mesas que parece que están en San Fermín. A continuación el segundo plato o por así decirlo, el que nadie come excepto las señoras de 70-80 años que parece que en el estómago tienen la bodega del Titanic. Ahora llega el gazpachito, eso que ningún andaluz cambia por nada del mundo con su color rojizo, su pan, su jamoncito troceado, por así definirlo, lo mejor que te puedes comer en tu vida. Por último, llega el postre, eso que todos disfrutamos,  que nos comemos tengamos hambre o no.  Y debo contarles que en una comunión andaluza nada es como en las comuniones normales; una comunión andaluza esta siempre llena de detalles que solo tiene nuestra tierra.

Fin
 Luz Mª Burrero

Imitando el relato " El castellano viejo" de M.J.Larra (1)

                                                   Cena familiar.

Era una noche cualquiera, había quedado toda la familia para cenar, hacía tiempo que no se veían porque no se llevaban muy bien y cuando se juntaban todos, siempre pasaba algo.
Quedaron en casa de la tía Angelita, con sus dos niños (Pedro y Javier) y el tío Antonio. 
La tía Angelita era un poco torpe cocinando, pero confiaron en ella. Iba a hacer un cordero al horno.
A las nueve empezaron a llegar ya los familiares, la tía Angelita puso el cordero quince minutos que es lo que le faltaba para hacerse y subió a vestirse.
Nadie echó cuenta de la cocina y cuando ella volvió, aquello parecía una mañana temprana de invierno del humo que había. El cordero se había quemado. Como no sabía qué hacer de comer para tanta gente llamó al Telepizza y pidió tres pizzas grandes.
Los familiares ya estaban impacientes: aquellos dos leones que estaban en medio de una pelea, el tío Fernando contando chistes que se le trababa la lengua, otros dos estaban discutiendo de cómo arreglar el país y los demás, más callados que en un velatorio.
Pasados cuarenta minutos, llegaron las tres esperanzas. La tía las cogió y se dirigió hacia la mesa pero en el camino resbaló al pisar un tenedor con esas tres puntas afiladas que se le clavaron como agujas y se le cayó una de las pizzas. Cuando la abrió estaba echa una plasta, así que la tiró.
Los familiares estaban enfadados; ya se estaba volviendo a repetir lo de todos los años.
Las dos pizzas supervivientes, se pusieron sobre la mesa y la tía Angelita fue a coger un cortapizzas.
Tío Pepe, un hombre gordo, que se comía todo lo que veía, decidió que él las cortaría. Las cortó tan bien proporcionadas que algunos ni la saborearían.
El tío Antonio, enfadado, cogió un trozo y se lo tiró a la cara diciendo que era un egoísta. Los niños siguieron el ejemplo de su padre y le tiraron un trozo de pizza a cada uno de los familiares: a uno le cayó en un ojo, a otro en el pelo... aquello tenía más colores que un arcoiris. Así empezó una guerra de comida. Mientras, la tía Angelita gritaba como si la estuvieran matando para que todo acabase.
Cuando ya no quedaba comida por tirar y por fin se calmaron, decidieron no hacer nunca más una comida familiar.

Eva Arteaga

Alex

Libro: Alex, Pierre Lemaitre.


Alex es una chica que tras su trágico pasado se ha convertido en una persona totalmente distinta.
Un día Alex es secuestrada y nadie vuelve a saber de ella en mucho tiempo. La policía no sabe su nombre ni nada sobre ella. Nadie nota su ausencia es como si nadie la conociera. Sin esa información es muy difícil que la policía pueda resolver el caso.
La pregunta es ¿Quién es Alex realmente?

En mi opinión el libro me ha encantado puesto que es muy intrigante y tiene todos los elementos para ser un thriller, aparecen policías y asesinatos.