Elena y la bestia.
Las lágrimas de Elena caían sobre la almohada de la cama de su habitación oscura, silenciosa, en la que solo el llanto de escuchaba. Las lágrimas recorrían su piel, también tramos morados debido a los golpes que recibía de su marido todas las noches. Ya no aguantaba más, se sentía sola, nadie la entendía y tenía miedo de actuar, por si la cosa acababa peor. Ella era una mujer delgada, de estatura media, buena persona y que lo perdonaba todo pero ya no podía seguir así. El era una bestia, alto y grande, robusto, muy serio y exigente. Todas la noches se disponía el miserable a pegarle a su mujer por cualquier motivo; La comida, la ropa, la limpieza o cualquier cosa. Siempre ocurría de la misma forma y en el mismo lugar: El llegaba por la noche bebido. Cuando entraba en casa solo sabia quejarse y reprocharle a Elena. Dejaba su abrigo largo y marrón colgado sobre la percha de la entrada, con un aroma a tabaco muy impregnado; La cogía del brazo y se la llevaba a la fuerza a la habitación, que tenia un espejo grande enfrente de la cama donde se podía ver cada noche, cada lamento, golpe y lágrima.
-Diego J. Pulido.
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