Allí estaba ella, en su cuarto de baño, grande, amplio, con mucha luz, lleno de vapor y el espejo empañado.
Alicia, una chica morena, esbelta, con ojos grandes marrones, nariz respingona y labios finos iba a quedar por primera vez con un chico. Ella sentía en su interior aquel nerviosismo que parecía que se la estaba comiendo por dentro. Se puso su vestido favorito, aquel, rosa largo. Se pintó de un tono suave y el pelo se lo puso liso.
A las cinco habían quedado en el bar El árbol, un bar colorido y ambientado . Eran las cuatro y media, ya iba a salir. De camino hacia allí, sentía miedo por si era todo una mentira y a la vez ilusión. Sentía esas mariposas en el estómago que se sienten cuando se está enamorado. Ella era positiva, confiaba en él y en que todo iba a salir bien. Cinco de la tarde. Entró por aquella puerta ruidosa, miró hacia la izquierda y ahí estaba él, sentado, esperándola, con su pelo negro y aquella mirada hipnotizadora. Cuando ella se sentó a su lado, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho. Él, por su aspecto, parecía que estaba igual que ella.
Andrés, se animó a ser el primero en establecer una conversación. Hablaron durante horas y para ellos dos era como si solo hubieran pasado unos segundos.
Él, cogió sus manos cálidas y suaves y le dio un beso y en ese instante, donde sólo se escuchaba el latido de sus corazones, en ese mismo instante, sellaron su amor para siempre.
Eva Arteaga Pleguezuelo.
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